J.B. Watson (el del conductismo) publicó el experimento del pequeño Albert en 1920. El objetivo de este estudio, que sirvió para entender mejor el condicionamiento clásico, era condicionar una respuesta de miedo en un niño asociando algo que naturalmente le causaban angustia (ruidos fuertes) con un estímulo anteriormente neutral. Con esto se pretendía demostrar que los miedos y las fobias podían ser aprendidos.
Para el experimento, realizado en el hospital de la universidad Johns Hopkins donde trabajaba Watson, se reclutó a un bebé de nueve meses llamado Albert y considerado psicológicamente sano. Watson observó que al niño le gustaba jugar conciertos objetos como un conejo blanco, una rata, un perro, un mono, caretas y algodón y que no mostraba miedo alguno ante ellos. Colocó al bebé en el suelo y le permitió jugar alegremente con una rata blanca. Cada vez que tocaba a la rata, Watson y sus colegas golpeaban una barra metálica con un martillo sin que Albert los viese. Naturalmente, eso le causaba una reacción de miedo extremo al bebé, que lo exteriorizaba mediante lloros y espanto.
Al cabo de un tiempo, Watson descubrió que bastaba con mostrarle la rata blanca al pequeño Albert, sin el ruido, para que reaccionara con miedo. El bebé había asociado a la rata blanca (en origen un estímulo neutral, ahora uno condicionado) con el ruido fuerte (un estímulo incondicionado), y verla le producía la respuesta de miedo o emocional de llorar (originalmente, una respuesta incondicionada a la rata, ahora una condicionada). Se utilizó el mismo tipo de condicionamiento clásico que Pavlov había usado en sus experimentos con perros.
El pequeño Albert acabó por generalizar este miedo a otros objetos peludos. Por eso cuando Watson introdujo en el cuarto a un conejo que no era blanco, unos días más tarde, Albert, también se mostró angustiado. Presentó reacciones similares cuando se le enseño un perro peludo, un abrigo de piel de foca e incluso cuando Watson se le plantó delante con una careta de Papá Noel con una barba de algodón.
Watson utilizó sus hallazgos para explicar sus teorías de aprendizaje, pero el pequeño Albert nunca se le desensibilizó de su miedo. No se sabe lo que le sucedió al niño después de que su madre (que, aparentemente, no había dado su consentimiento al experimento) lo sacó del hospital, aunque últimamente ha habido muchos intentos por identificarlo sin ningún resultado.
(Dra Sandi Mann. La Biblia de la Psicología. Tú, este libro y la ciencia de la mente. Ediciones Gaia. Madrid. 2016)